"Me cabrea, me desquicia, no le encuentro sentido. Hay veces que no lo comprendo. Muchas veces le odio, pero otras muchas veces más tengo unas ganas irremediables de darle un abrazo. No me vendas mil "te quieros", demuéstrame que son reales. Detesto que te vayas, pero me encanta que vuelvas. Detesto las discusiones, pero me encantan las reconciliaciones. No me gusta que estés triste, ni agobiado, pero tampoco soporto que puedas ser feliz sin mi. Cargaré contigo las veces que haga falta, pero no puedo asegurarte que pueda con tanto peso. No prometo miles de días felices, pero tampoco prometo miles de días malos. Prometo miles de sonrisas, miles de abrazos y miles de besos. Prometo nunca defraudarte, y prometo no olvidarte. Y si el amor es una gilipollez, me considero la persona más gilipollas del mundo..." 

El amor es en sí masoquista, y a todos nos llega en algún momento. La pregunta es: ¿Cuándo y con quién? Nunca vas a saberlo hasta que no lo encuentres. Cierto día, te despiertas, cabreada con el mundo, piensas que no va a cambiar nada en tu vida, te arreglas, te maquillas, aunque piensas que no va a servir de nada. Pero entonces, te montas en el autobús para ir al instituto, o a donde sea, lo ves, es ese alguien que siempre ha estado ahí pero quizá nunca te diste cuenta. No lo conoces, pero te mira, le miras, sonríes, te sonríe, y por un momento, la química estalla. Y ya está, ya te has quedado pillada, ya no hay marcha atrás. Entonces, lo vas a conocer y te vas a enamorar aún más. Te va a encantar que te busque, te va a encantar que se ponga celoso, te va a encantar preocuparte por esa persona, gritarle, discutir... Te va a encantar llorar por él. Te va a encantar todo lo malo y todo lo bueno. En resumidas cuentas, te va a encantar amar, te va a encantar amarle... Te va a encantar gritarle al mundo que para ti solo existe él.